LA FALTA DE DESEO
“Llegar a Dios a través del sexo”, podría ser el leit motiv de algunas creencias religiosas taoistas. Un manual de esta doctrina afirmaba, en el S.II d.c., que el emperador se volvería inmortal después de mantener relaciones sexuales con más de 1200 mujeres. Por si alguien quisiera investigar más, es fácil encontrar el libro “El Tao de la Salud, el Sexo y la larga Vida” de Daniel Reid, en la web. Pero, no es este el caso, es que sólo me parecía un buen ejemplo de cómo se ha magnificado lo de tener relaciones eróticas, y no sólo en nuestro tiempo.
El
Trastorno de Deseo Sexual Inhibido (DSI, en adelante), es
relativamente reciente en nuestra sociedad. Este término se empezó
a utilizar en 1980. ¿Qué pasa? ¿Es que antes nadie tenía DSI? ¿A
todo el mundo le apetecía? Pero ¿a qué se le llama tener o no
tener deseo?
Para entendernos, el DSI puede definirse como una disminución persistente y anómala del deseo sexual que puede afectar de forma importante a la relación íntima de la pareja. La prevalencia de este trastorno ronda (dependiendo de los autores) entre un 51% y un 22% para las mujeres y entre un 15% y un 10% para los hombres. Siendo optimistas 1 de cada 10 hombres y 2 de cada 10 mujeres de las personas que conoces estarían afectadas de este trastorno. Siendo así, sería fácil que alguien te haya comentado su situación. Pero ¿esto lo comenta alguien? Más bien suele ser al contrario, parece que lo habitual (que se confunde con lo “lógico”) es tener ganas siempre.
Por
eso quería empezar con ese ejemplo tan llamativo. Hay un marcado
componente social en este trastorno. Hoy por hoy, ud. debe
tener deseo sexual, si no, su deseo es anómalo, raro, enfermo. Hay
quien puede pensar que tiene un trastorno cuando en realidad tiene
una frecuencia, interés, deseo, funcionalidad “normales”. Pongo
“normal” entrecomillado porque, cuando se ha magnificado tanto lo
de tener relaciones sexuales, es difícil valorar si lo que pasa es
que, se tiene la sensación de que el propio deseo no se ajusta a la
expectativa social que se ha creado en torno a él. Vivir este
desajuste como un problema es lo que llevará a individuos o parejas
a la consulta del sexólogo.
Como
en muchos trastornos hay grados. Puede ir desde quien tiene una
aversión total hacia los temas relacionados con la erótica (no solo
la visión o el contacto, anticipar en la imaginación provoca una
elevada ansiedad), hasta quien mantenga fobias más específicas
(rechazo a tocar los genitales de la pareja, hacia el flujo vaginal o
el semen,…) Si son estas situaciones específicas, se puede
disfrutar del resto de situaciones eróticas que la bordean, pero no
se llega a considerar que esto sea satisfactorio.
En
el ideario del público en general, si alguien rechaza o no tiene
interés en las relaciones eróticas, se piensa en pasados traumas de
abuso, violación, familias disfuncionales y una educación muy
represora en torno a la sexualidad. Si bien está documentado que sí
puede ser causa de DSI , no solo estos fuertes problemas vitales o
emocionales son necesarios ni suficientes apra explicar la aparición
del trastorno. Una disminución en los niveles de testosterona debido
a medicación, cirugías o trastornos hormonales, pueden afectar
(entre otros) al sistema gonadal y por tanto al deseo. Medicamentos
para la hipertensión o para controlar trastornos como la depresión
o esquizofrenia pueden estar tras una DSI. Más de carácter
psicológico, una ansiedad extrema, repugnancia hacia el sexo, dolor
durante el coito (dispareunia).
No
es raro encontrar que la infertilidad en la pareja desencadene una
disminución en la frecuencia de relaciones sexuales, así como el
deseo de tenerlas.. Entrar en la dinámica de que sea algo
repetitivo, la obligación, el hecho de pasar de un juego a un
trabajo para procrear va a alterar el deseo. Los síntomas que lleva
asociado la posible infertilidad como vergüenza, baja autoestima,
depresión, ansiedad, conflictos de pareja,…; dispararían formas
de pensar, interfiriendo en el deseo.
Hay
particulares formas de pensar erróneas que conducen a esta
situación. Por ejemplo, una respuesta disminuida como la falta de
lubricación vaginal es un síntoma típico en mujeres con DSI. Sin
embargo esta falta puede deberse a otras circunstancias como la
menopausia o la lactancia. Se puede deducir erróneamente que, si no
hay lubricación no hay deseo. La pareja puede entender esto: no hay
lubricación, no hay deseo, no le gusto, no le gusta lo que le hago o
hacemos, dejo de hacerlo, no apetece hacerlo, porque total…, si no
le va a gustar.
Elegir
la cama como el lugar para llevarse preocupaciones cotidianas como el
trabajo, los hijos, problemas económicos o familiares; no es lo más
apropiado. No solo altera el sueño sino que deserotiza el momento y
el lugar. Vamos, que corta el rollo. También, sin darnos cuenta, o
de modo consciente, se usa como estrategia para evitar el avance
erótico de la pareja. La estrategia que puede aparecer es irse a la
cama después que la pareja, excusándose con terminar de recoger o
ver un rato la tele.
Por
lo que un consejo básico es hablar de esto con franqueza y
honestidad con la pareja. Hablar en primera persona y no en general.
No hacer juicios morales. Evitar las críticas culpabilizadoras. Ser
lo más directo posible, sin dobles mensajes, sin cosas a interpretar
ni dar cosas por supuestas.
Aun
a riesgo a equivocarme y eliminar clientela, propongo una metáfora.
Viajar nos enriquece como personas, nos ofrece nuevas perspectivas,
nuevos puntos de vista. Es sumamente placentero vagabundear por las
calles de ciudades que no conocemos, demorarse tomando una bebida
sentado en una placita imaginando cómo serán las vidas de la gente
que pasa, en otra cultura que no se conoce bien. Viajar le gusta a
todo el mundo. ¿Necesitaría alguien ir a terapia porque no le guste
viajar?
Excelente reflexión. Gracias.
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