EL PRÍNCIPE AZUL ERA GAY
En
la cima de la colina se recortaba la silueta del apuesto caballero.
Sometía la potencia del magnífico semental que montaba deseoso de
mayores glorias en aquella mañana. En su cara se adivinaba la
determinación frente a su objetivo. Había superado todas las
pruebas gracias a la fuerza de su brazo, la astucia y la
meticulosidad con que trataba todos sus actos. La fuerza y la
determinación le habían llevado hasta donde estaba ahora: frente a
la guarida del dragón. La última prueba que le haría valedor de la
mano de la princesa.
Todos
y todas hemos escuchado, leído y, a su momento, transmitido durante
generaciones relatos similares a este. Tanto, que no hacen falta mas
que 6 líneas para describir el relato típico. Relato, al que
nuestra imaginación puede añadir todos los detalles que quiera para
completar la historia.
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La
estructura es siempre la misma. El varón, de una condición más
humilde que el puesto a que aspira, tiene que realizar distintas
pruebas, sale victorioso de todas ellas, con la promesa de casarse
con la hija de otro hombre de estatus superior al suyo. Esta
condición socioeconómica superior es del hombre, la mujer con la
que tiene que casarse sólo dispone de este estatus, no por mérito
propio, sino por nacimiento, al serle transmitida su posición por la
posición del padre.
Todas
las pruebas superadas, los peligros pasados, son por el otro hombre.
En realidad, lo que este varón desea, el caballero, es la unión con
el padre. La unión romántica. El amor romántico heterosexual es
pretendido, pero no es el objetivo final.
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¿Qué
desafío entraña llegar a la insípida de la hija de la que no se
conocen otras competencias que no sean la belleza pasajera que da la
juventud? Las princesas a conquistar en estos relatos clásicos no
suelen tener ninguna habilidad que les caracterice. Ni valientes, ni
sabias, sin destreza para el combate, sin astucia para la política,
ingenuas ante el engaño. Belleza y bondad, son virtudes que las
harían durar menos que un caramelo a la puerta de un colegio en
medio de la época en la que nace el mito del príncipe azul.
El
amor romántico heterosexual es una prueba más, de hecho es la
prueba definitiva. Porque es sólo una herramienta para conseguir el
sublimado, el prohibido deseo de poseer las riquezas, el poder
político, su red de contactos… en definitiva, poseer a todo el
hombre, en su totalidad, incluyendo su cuerpo como culminación. El
amor romántico heterosexual es en realidad el juego que hay que
jugar para culminar el deseo homoerótico. ¿Cómo no va a ser un
amor casto el que hay entre el caballero y la princesa? La pasión y
el deseo son homoeróticos y se dirigen hacia la otra figura varonil
del relato.
Porque
el desafío está en llegar al hombre mayor, alcanzar su experiencia,
ser penetrado por su sabiduría. Consumido por ese deseo, el príncipe
azul es capaz de enfrentarse a lo que sea: ejércitos, monstruos, e
incluso temibles princesas.
Publicado en Actualidad Valdepeñas 28 de junio de 2018 (15:08 h.)
Porque
el desafío está en llegar al hombre mayor, alcanzar su experiencia,
ser penetrado por su sabiduría. Consumido por ese deseo, el príncipe
azul es capaz de enfrentarse a lo que sea: ejércitos, monstruos, e
incluso temibles princesas.
Muy interesante, me ha encantado... sólo un pero. Hay una A de más en el siguiente párrafo --> ... que un caramelo a la puerta "A" de un colegio en medio de la época en la que nace el mito del príncipe azul.
ResponderEliminarCorregido. Muchas gracias. Eso significa que lo has leído con atención;-)
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