LOS ANCLAJES MENTALES

Cuando hay conflictos con tu pareja, puede que tengas momentos de rabia y explotes o que te vengas abajo y te deprimas. Cuando te encuentres en uno de esos estados de ánimo puedes volver a un punto de serenidad y tranquilidad con un sencillo truco que usamos los psicólogos de forma habitual: Los anclajes mentales.



Es reconocido que los olores provocan emociones. El olor de la sopa puede recordarte a los cocidos de tu abuela los domingos de lluvia, o el olor de un perfume que te hace recordar un amor, un Huela Vu. En sentido negativo esto también puede ocurrir: el olor de un hospital, el olor de la consulta del dentista (inserta aquí tu música de terror favorita), que hacen que se encienda tu sentido arácnido.


Imagina lo flipante que sería ser capaz de crear estas asociaciones y usarlas a tu voluntad. Ponerte el anillo mágico y desaparecer no es factible pero sí, por ejemplo, provocarte la sensación de tranquilidad cuando la necesites, o la de tener mucha seguridad y autoestima cuando tienes que afrontar un día complicado. Esta técnica, desarrollada por la programación neurolingüística, se llama “anclaje mental”.


Ponte en modo relajación mental, rememora una situación del pasado en la que te sintieras seguridad, confianza y fuerza para afrontar lo que sea. O piensa en una persona, real o de ficción, tu Superman o Wonderwoman de referencia, que tenga esas cualidades. Inventa una palabra que describa ese sentimiento positivo y que puedas utilizar para recordar ese sentimiento cada vez que lo necesites. Ahora concéntrate en esa palabra, mientra sigues fijándote en la imagen de tu visualización y en tus sensaciones.



Otra forma de hacerlo posible. Entra en estado de relajación. Trae a tu imaginación un momento en que te sintieras el rey del mundo (si lo que necesitas es energía), o un momento de total paz y tranquilidad (una playa solitaria sin niños, sin vendedores ambulantes, sin los chinos del masaje). Una vez que tengas clara la imagen, asóciala también con los sonidos, los olores,… Al mismo, tiempo toca una parte de tu cuerpo de una forma singular: apretar la rodilla, tocar el lóbulo de la oreja,… Practica esto cuantas veces sea posible. En el futuro solo necesitaras tocar un poco tu oreja para sentir que hoy te comerás el mundo (sin sal ¿eh?)


Acabas de “anclar” la sensación de bienestar en tu mente. Ahora podrás llamarla siempre como si tuvieras un perro amaestrado con un silbato.

Imágenes: Freepik

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