¿QUÉ ES ASESORAMIENTO SEXOLÓGICO?
Para
poder hablar de lo que significa el asesoramiento sexológico
necesito presentar tres referentes. Lo primero es ¿desde dónde se
realiza el asesoramiento sexológico? No serán los mismos
planteamientos si se realiza desde lo público o desde lo privado.
En
cualquiera de los dos ámbitos hay que preguntar ¿de qué se habla
cuando se habla de sexualidad? Lo más habitual es que desde el
ámbito sanitario público se sitúe esta pregunta sobre la
sexualidad en lo mensurable. Intentando clasificar en enfermedad o
salud, en su funcionalidad, en si funciona o no funciona, funciona
bien o funciona mal. Igualmente desde la ciudadanía la demanda a los
servicios públicos viene en función del rendimiento sexual.
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El
segundo referente es el del profesional encargado de ese
asesoramiento. Las facultades de psicología, medicina o enfermería
siguen ofreciendo, en general, una formación sobre sexualidad
generalista. Anclados en paradigmas parciales, biologicistas y
patologizantes, salvo honrosas excepciones. A esto hay que añadir un
rechazo a la Sexología como ciencia independiente con un cuerpo
conceptual propio constituido con referentes multidisciplinares.
Los
resultados de estos Servicios y desde estos profesionales son, por
tanto, referidos a la enfermedad, a problemas de salud que tienen que
ver con las conductas sexuales o asociados a riesgos biológicos.
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Ya
en 1975, la Organización Mundial de la Salud (OMS) definía la Salud
Sexual en el informe técnico nº572 “La
salud sexual consiste en la integración de los elementos somáticos,
emocionales, intelectuales y sociales del ser sexual, por medios que
sean positivamente enriquecedores y que potencien la personalidad, la
comunicación y el amor”. Reto
a cualquiera a que encuentre una evaluación de Programas de Salud
Pública que integre los resultados (y por supuesto las mejoras)
obtenidos mediante el mismo en amor, comunicación, desarrollo de la
personalidad, etc.
Pese
a que la OMS opta por una definición humanista y biográfica de la
Sexualidad, alejándose de fórmulas biologicistas y de la
enfermedad, seguimos con una realidad asistencial que tardará tres
décadas que permitan aparecer programas de intervención que, al
menos, partan de este encuadre.
Ya
en el 2000 la reunión en Guatemala de la OMS y el WAS (Organización
Mundial de Sexología) redefinen la salud sexual como la “experiencia
de un proceso progresivo de bienestar físico, psicológico y
sociocultural relacionado con la sexualidad”.
Esta
propuesta sigue las mismas líneas conceptuales siendo coincidente
con una concepción biográfica de la sexualidad en la que las
patologías estarán cada vez más en un extremo de la banda de la
demanda y lo mayoritario será la variabilidad individual,
convirtiendo los problemas en dificultades de mayor o menor entidad
dependiendo de cómo estén integradas en el proceso de sexuación
individual y de cómo sean vividas.
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En
la década de los 70 se plantea la baja eficacia que tiene para
algunos problemas el modelo clásico terapéutico reparador. Se
conceptualiza la Salud Sexual como un bien individual y social a
cultivar. Hay que ir más allá que ofrecer cuidados reparadores. Se
traslada desde la psicología clínica el asesoramiento como una
herramienta más o menos estructurada para centrar tanto al paciente
como al profesional en una aproximación diferente a los problemas de
salud. El asesoramiento debe satisfacer necesidades de información,
psicosociales y de salud.
Es,
por tanto, que el asesoramiento sexual es una atención centrada en
la persona, que tiene un formato breve en cuanto a la duración de la
intervención (menos de 8 consultas); que está enfocada sobre el
conflicto inmediato; que ofrece información libre de prejuicios, con
base científica y fácil comprensión; y que da soporte y apoyo para
incrementar la comprensión emocional de la situación. Todo ello con
el objetivo de facilitar la toma de decisiones personal con relación
al conflicto surgido.
Lo
que se conoce como Historia Clínica aquí se sustituye por una
herramienta distinta; la Historia Sexual, un historial biográfico
del sujeto. Lo que marca la estrategia de intervención más
apropiada es el tipo de demanda o, lo que es lo mismo, la necesidad
sentida por el sujeto.
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